El pasado 15 de octubre leía un artículo en un diario de tirada nacional que se titulaba: “El tupper”.
Pues
bien el autor esgrimía como primeras pinceladas que en su barrio saben cómo va
su economía en función de cuantos vecinos llevan tupper, algo de lo que yo, al
contrario de dicho autor me alegro porque es síntoma de que tienen trabajo.
Mentía
cuando decía y cito textualmente “A dónde va a ir el español a competir con un alemán
o con un danés, pongamos por caso, si nuestro comercial ya se moja la punta de
la corbata en la tartera de judías verdes con tomate que se ha aliñado él”.
Ahí está el error del
pensamiento español, vemos como un deshonor llevarse un tupper al trabajo para
comer en vez de ser los chulos del barrio y bajar al bar de la esquina
trajeados con el nudo de la corbata bien hecho para comer el menú de 9,50€,
precisamente lo que no hacen alemanes y daneses.
Esos
son los errores que han hecho a esta clase social entre la que me incluyo, la
clase media, esa clase que pedía hipotecas de 230.000 Euros cuando en casa
entraban 36.000 anuales entre un matrimonio para construir su nidito de amor,
como si el amor se basase en tener una propiedad, o aquellos que sin pagar la
primera residencia se metían en una segunda vivienda
Tengo
27 años, una carrera y un máster y como muchos jóvenes estoy en el paro,
pero la concepción que tengo de mi país
o las críticas que tengo no las voy a echar al gobierno que para eso ya habla
todo el mundo a cada hora, sino para la sociedad.
Seguimos
siendo una sociedad que no aprende de los errores ni mira atrás, una sociedad
que prefiere la propiedad al alquiler social, una sociedad que no es capaz de
luchar por una jornada contínua para conciliar la vida familiar con la mejor
productividad en el mundo laboral, porque la productividad no se basa en el
número de horas si no en las horas que aproveches de trabajo.
"Antes de la crisis, el
tupper sólo era cosa de currela de andamio, de oficial de segunda en la Peugeot
o de capataz de zanja". Eso no lo he escrito yo, lo ha escrito el autor al
que mencioné al principio de mi artículo
y desde aquí me encantaría decirle que ser currela de andamio u oficial
de segunda en la Peugeot no es ninguna deshonra y con pensamientos como el suyo
y de la gran parte de la sociedad de este país España nunca será nada porque
una sociedad que echa la culpa de las desgracias de su vida al gobierno cuando
tienen su principios podridos nunca llegará a buen puerto.
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